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sábado, 3 de marzo de 2012

No se pude volver el tiempo atrás... Pero de poder hacerlo, ¿cambiarías algo?

"Afligíos, lamentad y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro y vuestro gozo en tristeza" Santiago 4.9

    ¿Has deseado alguna vez, regresar al pasado, enmendar palabras que lastimaron a otros; corregir errores que cometiste y las decisiones equivocadas que tomaste; y borrar esos momentos en que te sentiste desalentado o abandonado/a por Dios?
    Si hay algo que es muy cierto, es que no se puede volver al pasado y revivir momentos anhelados. Pero si se pudiera, ¿haríamos lo mismo? La verdad, en lo personal creo que es que por más que digamos que sí, no lo haríamos e incluso, cometeríamos los mismos errores, lastimaríamos a las personas y tomaríamos decisiones equivocadas.


    ¿Por qué? Porque somos así, está en nuestra naturaleza. Pero Jesús vino a cambiar nuestra vida de manera sobrenatural.
    Jesús dijo: "Bienaventurados los que lloran", es decir: "Bienaventurados los que se sienten tristes, no por lo que le ha ocurrido, si no por como trataron a los demás". He notado que es más natural ser orgulloso y egoísta que humilde y amable. Incluso, es posible que una persona diga que lo lamentó sin haberlo lamentado en absoluto. Es lo mismo que pisar el pie de alguien y, de manera mecánica, decir:  "Lo siento", al tiempo que se piensa "No fue mi culpa. Vos te me atravesaste". 
    Si reacciono así, me entristezco. A veces me gustaría gritar: ¡Dios se propicio a mi, pecador! (Lucas 18.13)
    
    Creo que eso fue lo que Dios quiso decir con: "Bienaventurados los que lloran". Si no reconozco lo mucho que lo necesito, seré siempre lo que fui: un pecador que comete siempre los mismos errores.
    Cuando el Espíritu santo nos convence de pecado, nuestro corazón llora. Llorar significa de que cada día nos damos cuenta de que necesitamos a Jesús. El único que puede quitar la mancha de pecado es Jesús.
    A menos que lloremos por nuestros pecados los cometeremos una y otra y otra vez. Sin embargo, Jesús nos ha prometido que él nos consolará. No podemos volver a vivir el pasado, pero si podemos proseguir a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios, en Cristo Jesús señor nuestro (Filipenses 3.14)
    Quizá suene extraño, pero esta bienaventuranza nos recomienda entristecernos como único modo de recibir consuelo.
                                                                           Dios les bendice! 

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